martes, 17 de enero de 2012

Dicen los alumnos III



Relato sobre el miedo escénico en el aula (por Sandra Violero Comino 1º de Bachillerato)

Y ahí estaba yo. Podría estar en cualquier otra parte del mundo pero no, estaba en mi clase, que en ese momento parecía hacerse más y más pequeña. Había un compañero exponiendo un problema, pero el problema era mío, ya que confundía a mi compañero con un muñeco como el de las cajas de música al que habían dado cuerda y adivinaba, al igual que en una caja de música, que su exposición terminaría pronto.

Y así fue, definitivamente terminó, eso significaba que era mi turno, es decir, que tenía que colocarme justo en el medio del aula donde antes mi compañero había estado hablándonos sobre el calor, calor que se había quedado allí y en ese mismo momento me estaba derritiendo mis ideas y con ellas se marchaba como la lava de un volcán mi exposición.

Mis compañeros me miraban aburridos, incluso sabía que estaban pensando: "¡puff ahora hay que aguantar otra exposición aburrida, hablando de un tema aburrido!”. Lo sabía porque en ocasiones esos pensamientos habían pasado por mi cabeza. Y entonces el profesor me pidió que empezara y al pedírmelo desató en mí un terremoto que empezaba desde mis piernas y acaba en mi garganta haciendo que mi pronunciación tartamudeara y alargara las palabras más de lo que se deben alargar.

Para que mi nerviosismo cesara no se me ocurrió otra cosa que mirar al profesor, que en ese momento tenía los ojos deseosos de encontrar errores, y tecleaba los botones del ordenador como un niño explotando con los pies el protector de los embalajes.

Y, aunque esos ojos me pusieron nerviosa, despertaron en mí una rivalidad hacia él por que encontrara los menos errores posibles. Mi voz se alzó clara, abandonando la tibieza, mi postura invadió toda la clase, que en ese momento no parecía tan pequeña como antes, captando así la atención de mis compañeros, en seguida ese calor que deshacía mis ideas desapareció y éstas fueron fluyendo hasta ser pronunciadas cada vez con más calma, y al final, después de todo, me di cuenta que estaba hablando exactamente a las mismas personas con las que hablo cada día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario