lunes, 14 de noviembre de 2011

Buenos ciudadanos, ciudadanos buenos


"De hecho dos son los objetivos principales que me han llevado a escribir estas páginas. El primero de ellos es estrictamente personal: toda mi vida me ha ocupado y preocupado la aspiración a la bondad y ser buena persona ha sido siempre el objetivo prioritario […]. El segundo propósito de este trabajo se deriva de mis obligaciones profesionales y sociales. Como profesor de filosofía (aunque también vale lo que voy a decir por mi condición de profesor en general) imparto la asignatura de ética a adolescentes y, orillando como secundarios los objetivos de que se familiaricen con los grandes autores y grandes problemas morales, es la bondad lo que me ocupa. Me gustaría que mi enseñanza les ayudara a ser buenas personas, lo que exige tener algo claro qué es eso de una buena persona para afrontar al mismo tiempo la ardua tarea de hallar la mejor manera de conseguirlo". F. García Moriyón, Sobre la bondad humana (p. 22).
En ocasiones pierdes la sensación en este trabajo de estar haciendo cosas con sentido. Cuando me desoriento busco lo fundamental.

Siento que en la escuela deberíamos ocuparnos de educar la sensibilidad moral hacia el otro, y creo que la tarea es urgente, prioritaria, en una sociedad cada vez más diversa, más heterogénea, más compleja, en la que estamos obligados a entendernos.
Pienso que la escuela pública debería jugar un papel relevante y protagonista en la formación de ciudadanos. Entiendo que la salud de nuestras sociedades democráticas exigen un ejercicio responsable de la ciudadanía. Necesitamos más actores y menos espectadores.
Creo que el objetivo más bello al que podemos aspirar como formadores, el que dotaría de mayor sentido a nuestro esfuerzo, es el de formar buenas personas. Lo entendí bien desde pequeño. Mis padres eran maestros y el grueso de las energías que gastaban tenía que ver con hacer de los niños futuras personas íntegras. Y lo entiendo mejor ahora como docente, aunque de un modo necesariamente problemático.
Estamos obligados pues a preguntarnos qué hacer para realizar esta tarea que señalamos como fundamental, necesaria, imprescindible. Y entonces previamente deberemos ocuparnos de responder a algunas cuestiones: ¿qué es una buena persona?¿cuando una persona es buena? ¿qué características son las que poseen las buenas personas?. Y esto es lo que hace Félix García Moriyón en Sobre la bondad humana, libro que leí el pasado verano con placer y con voracidad.
Una buena persona, podríamos resumir (mi intención no es aquí la de resumir el libro), es una persona que quiere ser buena; y además una buena persona debe ser una persona creativa; una persona que escucha, mira, atiende, presta su tiempo y también pregunta al otro; que se conoce a sí misma; que está bien informada; que es sensible; que delibera prudentemente ante la toma de decisiones; que es coherente; que es cuidadoso pero también valiente.
Y estoy convencido, finalmente, de que para conseguir desde la escuela caminar en este sentido, hacia la ruta de la bondad, deberemos ser capaces de  desembarazarnos progresivamente del modelo de enseñanza tradicional basado en la trasmisión del saber. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que los alumnos desarrollen su creatividad si se les pide exclusivamente que realicen tareas reproductivas?.

Dedico esta entrada a tratar de describir una actividad que pido a los alumnos de Secundaria y Bachillerato que realicen y que está vinculada con algunas de las ideas a las que me acabo de referir. En principio se trata de empujar a los alumnos a que intervengan en el mundo en el que viven para cambiarlo. La llamaremos “Acción ciudadana” y se fundamenta en el supuesto de que aprendemos a ser buenos ciudadanos ejerciendo en la práctica la ciudadanía. Aunque en cursos anteriores ya hacíamos cosas parecidas, quiero a partir de ahora definirla con mayor rigor, por ejemplo en lo que se refiere al diseño de los criterios de corrección que utilizaré para evaluar el desarrollo de la actividad por parte de cada alumno. En realidad es lo que más me preocupa en relación a esta actividad, la posibilidad de crear una especie de plantilla de evaluación que permita a los alumnos saber a qué atenerse, y que me permita a mí estar cómodo cuando me enfrente a la tarea de calificar.

  
“A través de esta materia, el alumnado desarrolla los conocimientos que forman parte de la competencia social y ciudadana, la competencia de autonomía y espíritu emprendedor y la competencia emocional, pues su enseñanza sólo adquiere sentido cuando adquiere una dimensión práctica, cuando se traduce en la vida diaria, estimulando la participación y el compromiso. Así los alumnos se ejercitan como ciudadanos responsables, tanto en su centro educativo como en el entorno social en el que viven”(DECRETO 85/2008 BACHILLERATO EN CASTILLA LA MANCHA).

“En el bachillerato, cobran especial relevancia las competencias ciudadanas pues el alumnado, durante esta etapa o al final de la misma, es sujeto activo y ejerce el voto democrático, y con él, adquiere compromiso individual y colectivo con las instituciones democráticas y con los problemas sociales, en especial con los relacionados con los derechos humanos” (DECRETO 85/2008 BACHILLERATO EN CASTILLA LA MANCHA)

Tres cursos atrás decidí agrandar el peso que tendría en mi práctica educativa aquella máxima de “sólo se aprende haciendo” . Así, por ejemplo, durante un par de trimestres mis alumnos de Educación Ético-Cívica organizaron asociaciones con el objetivo de extender el conocimiento de los Derechos Humanos entre las personas que formaban parte de la comunidad educativa (debían reunirse, redactar estatutos y constituirlas formalmente). De esa forma los alumnos no solo buscaban y revisaban materiales sobre Derechos Humanos que hacían aumentar su conocimiento de los mismos, sino que estaban obligados a intervenir en el entorno en el que vivían y estudiaban. Se convertían en jóvenes activistas pro-derechos humanos. Conseguíamos aprender entonces conceptos como los de ciudadanía o democracia practicando la ciudadanía e interviniendo en su pequeña comunidad (como he dicho antes, no podemos aprender ciudadanía al margen de su ejercicio). Vivimos experiencias interesantes, eran grupos muy dinámicos y muy dispuestos a jugar. Fueron conscientes de repente de la capacidad que tenían para actuar, para influir en los demás, para cambiar la realidad, y ponían continuamente en práctica su imaginación y su inteligencia práctica (es otro de los objetivos de actividades de este tipo) para pensar acciones que sirvieran para conseguir el fin que nos proponíamos y que a la vez sorprendieran. Recuerdo su entusiasmo y su alegría. Supongo, además, que el hecho de que fueran tres asociaciones provocó cierta sana competencia entre ellas que servía también de estímulo. Aunque el sonido es malo, esta es una de las actividades que promovieron.


En fin, se trataba de salir del aula, no se puede ser ciudadano encerrado en el aula, no se puede aprender entonces SÓLO en el aula. De la misma forma, entiendo que la filosofía no se puede practicar SÓLO en el aula. Deberíamos encontrar vías para dejar entrar a la realidad dentro del aula (las preguntas de los alumnos, por ejemplo) y al revés (y aquí es donde podría cobrar sentido la Acción ciudadana).
El curso siguiente recuerdo que pedí a mis alumnos de Ciudadanía de 2º de la ESO que escribiesen un listado con aquellos aspectos que no les gustaran del Instituto (creo que lo hicieron después de escribir una redacción donde describían su centro ideal). A continuación, pusimos en común los distintos listados y discutimos en grupo sobre qué cosas se podían proponer para revertir el estado de cosas. Y entonces apareció el desorden y el ruido. Escribimos cartas a la mitad de la Administración educativa, desde el Director del Centro, que fue muy paciente con nosotros, hasta la entonces Consejera de Educación. ¿Para qué?. Pues para que pusieran taquillas para los alumnos en el centro, para modificar los horarios de entrada al centro, para que instalasen pizarras digitales en cada aula, para pintar de distintos colores las aulas del centro, para que arreglasen las puertas de los aseos y las fuentes de agua del patio, para que pusiéramos menos exámenes, para hacer más viajes, etc. Algunas de las cartas fueron respondidas y algunas de las peticiones fueron atendidas (sólo una). Se organizaron campañas de recogida de firmas, se entrevistaron en persona con algunos miembros del Equipo Directivo y con representantes del AMPA y, como consecuencia de este trabajo y de las dificultades con las que se fueron encontrando, conocieron mejor la estructura de la Administración Educativa y el reparto de responsabilidades. Finalmente, lo pasamos de miedo.

La forma final de esta actividad (al menos la forma que ha tomado este curso), si es que puedo expresarme así tratándose de una empresa inconclusa y que recién comienza, es deudora (si acaso no se trata directamente de un robo) del trabajo de Moisés Velasco, profesor de Filosofía de la Escuela de Arte “Antonio López” de Tomelloso (Ciudad Real). El azar me permitió conocer parte de su trabajo con los alumnos, trabajo que incluye lo que él llama Acción civil, y que explica así a sus alumnos:

“Tenéis que llevar a cabo una acción pública; podéis hacerla individualmente, en grupos de dos, en grupos de cinco, quien sabe si podríais hacerla en un grupo de sesenta; podéis participar en varios grupos a la vez o en uno solo; podéis invitar a quien queráis a participar en ella. Sois el motor de la acción: vosotros la programáis, vosotros la ejecutáis. En primer lugar tenéis que buscar algo que os disguste y que queráis mejorar; para ello tenéis que proponer una o varias soluciones prácticas; hay que estar preparados para argumentar por qué queréis cambiar ese algo y por qué vuestra propuesta es la mejor solución para hacerlo.”   

OBJETIVOS PEDAGÓGICOS DE LA “ACCIÓN CIUDADANA”

1.       Impeler a los alumnos a intervenir en el desarrollo y en la mejora del mundo  en el que viven.
2.       Provocar la aparición en los alumnos de una mirada crítica respecto de las realidades que habitan.
3.       Hacer que los alumnos tomen consciencia de su poder para actuar, para influir en los demás, para cambiar la realidad.
4.       Poner en juego y hacer crecer la creatividad y la imaginación de los jóvenes como una dimensión más del ejercicio de la ciudadanía.
5.       Desarrollar su inteligencia práctica y el dominio de las relaciones medio-fines.
6.       Fortalecer y hacer visible la dimensión práctica de la filosofía.
7.       Fomentar un ejercicio responsable y autónomo de la ciudadanía.
8.       Hacer crecer la idea en cada uno de los alumnos de que todos, cada uno, somos responsables de que el mundo sea como es.
9.       Romper con el hermetismo de la institución escolar. Crear fisuras en las sólidas barreras que separan la escuela de la realidad. Trabajar con materiales vivos, reales. Permitir la aparición de lazos que conecten a la escuela con el entorno al que pertenece con el fin de crear redes de conexión que permitan un intercambio rico en ambos sentidos.
10.   Desarrollar la sensibilidad social, moral y política de los jóvenes.



DESCRIPCIÓN DE LA TAREA 

OBJETIVO GENERAL: INTERVENIR EN EL MUNDO PARA CAMBIARLO.

1.       ¿Por dónde empezar?. Por lo que nos duele. Comenzar desde la experiencia propia de cada alumno. Utilizar como materia prima la relación que nos vincula a cada uno con el mundo en el que vivimos. Se trataría de atender a aquellos momentos en que sentimos o pensamos que algo no funciona bien. En cierto sentido, lo que propongo que hagáis en este momento del proceso es que identifiquéis qué os duele (qué os disgusta, qué os desagrada, qué os produce tristeza, etc.) del mundo en que vivís.

2.       Identificar problemas (o Convertir lo cotidiano en problema). Comenzar un proceso que os permita convertir esa experiencia en un conjunto de problemas. Hasta el punto de estar seguros de saber por qué un problema supone un problema.
3.       Definir adecuadamente el problema a resolver (o Sin buenas preguntas no hay buenas respuestas).
4.       Informarse para actuar bien. Conocer las causas del dolor. Es más sencillo cambiar el mundo si sé cómo funciona.
5.       Proponer soluciones (o Todo laberinto tiene una salida). No auto-limitarse en esta fase del proceso. No pensar en si la solución que se me ocurre está o no a mi alcance. Justificarlas, esto es, argumentar por qué lo que se propone podría constituir una solución (y por qué la mejor).
6.       Seleccionar una o algunas de las soluciones pensadas. (o ¿Qué puedo hacer yo?).
7.       Ejecutar la acción (o la intención cuenta, el resultado también).
8.       Evaluación-revisión del proceso (o pienso como un científico). Un proyecto es bueno si es flexible, revisable, si acepta modificaciones, si puede enriquecerse con el paso del tiempo.



EJEMPLO DE ACCIÓN CIUDADANA

1.        http://nomedigasqueno.org/


CRITERIOS DE CALIFICACIÓN

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